Todos somos caminantes y todos nos convertimos en peregrinos…
Escrito por Ernesto Diaz el 1 de abril de 2022
Todos somos caminantes y todos nos convertimos en peregrinos…
Un peregrino es aquel que anda por tierras extrañas que, impulsado por su devoción, va a visitar un santuario y viaja por lugares desconocidos, llevando en su mochila, fe, esperanza y caridad.
Quizá no siente que pertenece a un mismo pueblo, ni a una misma raza, cuando va encontrando a otros caminantes al andar, pero sí se reconoce hermano de aquellos compañeros que va encontrando por el camino, quienes lo acompañan y lo alientan a continuar.
Una peregrinación supone un viaje de sanación espiritual a una montaña sagrada o a un lugar de devoción, silencio y encuentro con lo más íntimo del ser, de igual modo, una peregrinación es un viaje a las profundidades del ser, en donde encontramos silencio y reflexión, sin embargo, en la mayoría de los casos encontramos ahí en nuestro centro sagrado, angustia, miedo, incertidumbre y soledad.
Emprendí entonces el camino a Santiago de Compostela, para alejarme del mundanal ruido y perderme por senderos desconocidos de verdes praderas, de silencios y de hermandad.
Caminábamos más de 20 kilómetros cada día, de la mano de otros caminantes desconocidos, con quienes íbamos tejiendo conversaciones profundas, sin saber a donde nos llevaba cada paso al andar.
Desde el descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago, millones de peregrinos han caminado sobre las mismas piedras, cargando los mismos dolores, llevando el mismo cansancio físico y emocional, cruzando los mismos montes, bajo la misma motivación: reflexionar, meditar y orar para repensarse la vida y encontrarle el sentido a la propia existencia.
En el año 2018, más de 500.000 peregrinos, emprendieron este viaje espiritual hasta el sepulcro del Apóstol Santiago, hoy me pregunto si cada uno de esos peregrinos se habrá detenido a pensar que, en el viaje de la propia vida, todos somos peregrinos que vamos de camino hacia nuestro propio sepulcro.
Que ironía tan grande, pues al iniciar el camino todos llevamos equipajes pesados y repletos de todo aquello que imaginamos que íbamos a necesitar a medida que nos íbamos adentrando en el camino.
En ocasiones, en un sendero arduo y difícil, nos percatamos de que todo aquel equipaje que creímos indispensable, en cambio, se iba tornando pesado y sentíamos, más bien, necesidad de deshacernos de él, de botarlo, soltarlo y liberarnos del peso; tal como sucede en la vida misma.
A lo largo de la vida nos vamos cargando de un equipaje emocional que cada día nos pesa más, obligaciones autoimpuestas, relaciones tóxicas y conflictivas, perdones que debemos dar, perdones que debemos pedir, heridas que necesitamos sanar, situaciones dolorosas que debemos olvidar, personas que debemos soltar y dejar ir y así poco a poco, nuestra mochila del camino se va tornando insoportable y pesada.
FUENTE: SEMANA