Irache, Mucho más que un simple alto en el camino
Escrito por Ernesto Diaz el 9 de abril de 2025
Irache: Mucho más que un simple alto en el camino
Si pensamos en Navarra como una puerta de entrada al famoso Camino Francés, el Monasterio de Irache, ubicado en Ayegui, se alza como una parada casi obligatoria para cualquiera que se adentre en esta ruta histórica. Ya seas un curioso explorador, un peregrino sediento o un amante de las historias que se esconden en cada piedra, Irache tiene algo que ofrecerte.
Este monasterio, oficialmente conocido como Santa María la Real de Irache, es un lugar impresionante con una historia que se remonta al siglo XII (aunque algunos de sus muros son incluso más antiguos, del siglo XI). Originalmente, fue un hospicio para los viajeros del Camino, un lugar donde los peregrinos encontraban refugio y descanso.
Pero Irache no se limita a ser un mero refugio. Sus paredes guardan muchos secretos de la historia de Navarra: en su interior funcionó la primera universidad de la Comunidad y también sirvió como hospital en las guerras carlistas. A pesar de que algunas partes del edificio están en estado de deterioro, sigue siendo fundamental para comprender la rica historia de esta tierra.
Dentro del monasterio, con sus casi 7.000 metros cuadrados de extensión, encontrarás una iglesia de estilo cisterciense y románico que data del siglo XII, considerada uno de los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa medieval de Navarra. También te sorprenderá su sacristía y la impresionante sala capitular, que presume de una bóveda renacentista del siglo XVI.
Y la historia de Irache no termina aquí. Sus alrededores, con más de 17 hectáreas de viñedos centenarios, cuentan otra parte de la tradición local. El monasterio se encuentra junto a la bodega Prado Irache, una bodega con prestigio que presume de un peculiar homenaje al Camino de Santiago: la famosa fuente del vino.
Inspirados en la antigua tradición de los monjes que recibían a los peregrinos con comida y bebida, Bodegas Irache tuvo la brillante idea de instalar esta fuente en los años 90. Aunque ofrecer vino a los peregrinos era algo habitual en el pasado, esta fuente fue la primera en automatizar la tradición, ofreciendo dos caños (uno de agua y otro de vino) donde los peregrinos pueden refrescarse. Cada día, el caño de vino se llena con 100 litros de tinto del año, listos para calmar la sed de los caminantes.