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El poder transformador del Camino de Santiago

Escrito por el 4 de julio de 2022

En el Año Santo Jacobeo
Cuando en el primer tercio del siglo IX los habitantes del finisterre español creyeron haber encontrado los restos del Apóstol Santiago, pusieron también al descubierto poderosas fuerzas del espíritu, cuyos efectos religiosos, económicos y culturales siguen vivos mil años después. En el último Año Santo Jacobeo del siglo XX, la peregrinación a Compostela registra un tiempo de esplendor, alimentado por motivos religiosos y turísticos.

Desde la fecha del descubrimiento, el pequeño y escondido lugar de Compostela se convirtió rápidamente en un centro religioso de resonancia en todo el Occidente cristiano. Paralelamente, en Compostela creció toda una ciudad de servicios para el peregrino: con el surgir de iglesias, hospederías y comercios, nacía una de las ciudades más hermosas de Europa.

Como afirmaba el historiador Claudio Sánchez-Albornoz: “Creyeron los peninsulares y creyó la cristiandad y el viento de la fe empujó las velas de Occidente. Poco nos importa hoy que el sepulcro compostelano sea o no el sepulcro del Apóstol. Si allí hubieran estado en verdad los restos de Santiago y la cristiandad lo hubiera ignorado, la fecundidad histórica de tamaña reliquia habría sido nula.

“La realidad de la presencia del Cuerpo de Santiago no ha producido resultados de mayor relieve histórico que los provocados por la fe clara, profunda y exaltada que tuvieron los españoles y los europeos en la milagrosa arribada de los restos apostólicos a tierras de Galicia”.

La primera noticia de un peregrino ultrapirenaico procede del monasterio alemán de Reichenau, que registró en el año 930 la peregrinación de un clérigo que afirmaba haber recobrado la vista en el santuario del Apóstol.

Para obtener el perdón de los pecados

Compostela fue desde los comienzos santuario de peregrinos enfermos y meta de la peregrinación devocional. Pero la razón principal era la remisión de los pecados. No fue santuario destacado por sus milagros, sino lugar donde uno podía recibir la absolución: los peregrinos se dirigían a Compostela por haberles sido impuesta esa obra expiatoria, necesaria para la obtención del perdón de algunos pecados cualificados.

Esta peregrinación formaba parte del sistema penitencial de la Iglesia medieval. La peregrinación penitencial adquirió tanta extensión en la Edad Media que se convirtió en la principal causa de las peregrinaciones europeas, incluida la jacobea.

Vida en torno al Camino

Al mismo tiempo, la legislación civil penal de la Edad Media, que se caracterizaba por castigos a menudo crueles, humanizó sus condenas introduciendo la peregrinación a Compostela y otros santuarios como una pena a la que los jueces de los siglos XIV a XVI recurrían frecuentemente.

Ante la difusión de la práctica de la peregrinación, los poderes políticos y las autoridades de la Iglesia se vieron en la necesidad de regularla. Surgieron normas protectoras para los peregrinos. Se les eximió de ciertos impuestos y peajes. Se construyeron albergues y hospitales: en el arco de tiempo que va desde el siglo X al XVI se cuentan -sólo en el tramo español del Camino de Santiago- más de trescientos cincuenta albergues, iniciativa de cofradías, de concejos, de nobles y de reyes. Ciudades como Astorga (León) llegaron a tener simultáneamente abiertos cerca de treinta albergues para peregrinos. Pueblos enteros surgen en las riberas -rebosantes de vida- del Camino de Santiago.

A Compostela acudieron durante la Edad Media los devotos y los ascetas, los penitentes y los enfermos, los que huían de la justicia y los falsos peregrinos, los vagabundos, los curiosos y los que, haciendo de su vida una peregrinación, estaban hoy en Compostela y mañana en Roma.

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FUENTE: ACE PRENSA

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