«El Camino casi siempre se hace por dos motivos: para buscar o para huir»
Escrito por Ernesto Diaz el 30 de agosto de 2022
La soledad se ha convertido en una realidad aplastante en España: 4,7 millones de personas viven solas en hogares unipersonales mientras el uso -y abuso- de las redes sociales, los chats y las apps para ligar promocionan la satisfacción -efímera, refractaria- de encontrar compañía al otro lado de las pantallas. Puede que para la mayor parte de los mortales la soledad continuada sea algo indeseable pero para Cristóbal García (Mérida, 1985) encontrar la soledad ha sido su sino. Como un conquistador de la alegría, a sus 34 años se ha convertido en uno de los peregrinos más habituales del Camino de Santiago. Este maestro de formación, afincado en A Coruña, ha hecho del paseo una forma de vida. Tanto, que no es raro encontrárselo en cualquier plaza de Pontevedra, Santiago o Fisterra con una pesada mochila a la espalda después de haber recorrido decenas de kilómetros del tirón.
Un desamor lo convirtió en hijo pródigo del Camino y caminando solo Cris ha encontrado amigos y amantes. Ahora recorre los senderos sin importarle la dirección ni la Compostela (credencial del Peregrino) y, en esta soledad consciente a la que apenas deja espacio a las redes sociales, ha encontrado la fórmula de la alquimia. Eso que llaman la paz interior.
Hablamos con él del peregrinaje como terapia, de la masificación turística y de sexo al borde del Camino.
Te pillo atendiendo en la librería Moito Conto de A Coruña, tu segunda casa, porque da la sensación de que la primera es el Camino de Santiago ¿Cuál ha sido tu última caminata?
Cuando tengo dos o tres días libres me escapo y hago una o dos etapas. La última vez me fui en tren hasta Vigo y caminé la primera etapa hasta Pontevedra (30 kilómetros) y la segunda hasta Padrón (40 km). Otro caminito que he hecho así últimamente ha sido directamente desde A Coruña a Compostela en un día. Eso fueron 74 kilómetros de camino, un palizón enorme. Hace poco también me fui hasta Compostela para caminar hasta Fisterra porque ojo, para mí el fin del Camino es Fisterra, es la peregrinación primigenia, el fin del mundo conocido. Allí también hay un culto al templo al sol y esa parte más pagana me interesa muchísimo porque no soy creyente, yo hago el Camino de Santiago de una manera espiritual pero no creo en dios, aunque lo respeto muchísimo.
Tu Instagram dice que adoras caminar, los libros y el café. Y al Dépor. El fútbol y el Camino fueron fundamentales para que te quedases en Galicia. Pero cómo se le da a un chaval agnóstico por empezar a peregrinar a Compostela y no parar de hacerlo en casi veinte años.
Yo empecé a caminar en el año 2001 con una parroquia a la que iba del colegio Las Escolapias de Mérida, para hacer una especie de campamento. A mí ese primer Camino me marca muchísimo porque por un lado, yo descubro que a mí me gusta caminar como acto físico, disfruto caminando, me mola la naturaleza… flipaba con los paisajes de aquí, con la comida, esa parte ya era brutal; pero lo que de verdad me fascina en aquel momento son las relaciones con los compañeros, con los amigos que haces, los primeros amores, porque tenemos 15-16 y vives cosas que no conocías, tienes las hormonas a tope. Así que repito al verano siguiente. Lo que pienso después es que tengo que compartir lo que he aprendido. Así que me paso tres años siendo monitor del Camino y el siguiente paso ya es hacerlo con mis colegas. Juntos, estamos como 3 ó 4 años haciéndolo. Todos estos caminos de los que te estoy hablando son de unos 100-120 kilómetros, para conseguir la Compostela. Son «cortitos».
Y de repente, a mi primera novia le sale una beca de voluntariado en Camerún y se jode la relación. Yo lo paso fatal. Mi primer desamor, chungo, chungo, jodidísimo. Ahí todavía no sabía que el Camino casi siempre se hace por dos motivos: para buscar algo o para huir de algo. Yo necesitaba huir en ese momento, así que me digo «¿Y a dónde huyo yo? Al camino de Santiago». Y esa es la primera vez que lo hago solo. La mañana de enero que lo empiezo, en Ourense, con niebla y muchísimo frío, siento una libertad tan plena y tan brutal como no había sentido nunca antes. La sensación de libertad de estar caminando en medio del monte y solo escuchar la naturaleza, sentir tu propio pulso, parar cuando a ti te da la gana, comer cuando quieres… esa sensación la encuentro en el Camino de Santiago caminando solo. Y como soy bastante despegado y me gusta la libertad, lo de caminar se convirtió en una casi obsesión.
FUENTE: BLOG PÚBLICO