Excalibur, al otro lado del Camino
Escrito por Ernesto Diaz el 21 de agosto de 2023
No exactamente Excalibur, pero un mito similar, quizá anterior y que dio pie a la historia artúrica, se encuentra todavía visible en la pequeña localidad francesa de Rocamadour, de nombre que parece extraído del Juego de Tronos. Allí se encuentra quizá desde el siglo VIII la espada en la roca, según la leyenda la que arrojó el héroe medieval Roldán, sobrino de Carlomagno, cuando viéndose cercado y en peligro de muerte en Roncesvalles, pidió un milagro para que su espada no cayera en manos extrañas. El arma, de nombre Durandarte, voló desde el valle navarro hasta el río Dordoña, clavándose en la piedra, donde sigue hasta ahora. No es fácil de ver, pero en efecto, en lo más escarpado se encuentra una espada clavada, unida desde hace unos años con una cadena.
Rocamadour no es cualquier sitio, sino un lugar único vinculado con Galicia a través del Camino de Santiago. Puede ser, y así se cree allí, el lugar de inicio de la peregrinación a la tumba del Apóstol más lejano de Compostela. Un día de verano, cientos de personas se preparan para iniciar un largo viaje: hay 1.182 kilómetros hasta Santiago, lo que supone unas dos o tres semanas de viaje a pie.
En realidad Rocamadour, un paraje increíble, un pueblo que sube por una montaña de piedra hasta lo más alto, es por sí mismo un destino espectacular y un santuario. En el siglo VIII, Alfonso II de Asturias dio noticia de la aparición de la tumba de Santiago en Compostela. Siglos más tarde, en el XII el Papa declaró a la cristiandad cuatro peregrinaciones: a Santiago (por el Apóstol), a Roma (la tumba de Pedro), a Jerusalén (la tumba de Cristo) y a Rocamadour, donde en 1162 aparecía la tumba de un santo, San Amador (Amadour en francés) cuyo cuerpo se conservaba intacto. “Entonces se creía que la preservación era un signo de santidad, hoy se sabe que nada tiene que ver, pero fue suficiente para que se declarara el lugar como destino de peregrinaciones”, explicaba uno de los jóvenes sacerdotes, la mayoría españoles, que se ocupaban de atender a quienes llegaba al santuario y se disponían a iniciar el Camino de Santiago.
FUENTE: EL ATLÁNTICO