El Monasterio de San Juan
Escrito por Ernesto Diaz el 9 de octubre de 2023
Casi mil años de historia dan para mucho. Y si no, que se lo digan al Monasterio de San Juan, cuyas paredes, si pudieran hablar, contarían un relato fascinante, cargado de giros de guion, desastres, fuego, ruina, guerra, reconstrucción, abandono y cultura. Una historia, sin duda, apasionante, ligada como pocas al devenir de la propia ciudad de Burgos.
Los orígenes del monasterio se remontan al siglo XI. En aquel entonces, Burgos ya era la cabeza de Castilla y se alzaba como punto clave en el Camino de Santiago. Aquella circunstancia atrajo a la ciudad al monje Adelelmo, a la sazón todo un personaje en la época. Oriundo de la ciudad francesa de Loudum, aquel monje benedictino recaló en Burgos acompañado de una docena de frailes de la Casa-Dei para fundar una comunidad con el beneplácito del rey Alfonso VI.
Así lo confirma la carta fundacional del cenobio, firmada por el propio rey en el año 1091, un documento guardado con celo durante siglos en el propio monasterio y que ha sobrevivido durante casi un milenio a un sinfín de avatares. Hoy, es el documento original más antiguo del Archivo Municipal de Burgos.
En dicho documento, el rey concedía a la comunidad benedictina el antiguo monasterio de San Juan Bautista, ubicado en los arrabales, junto al río Vena y la entrada oeste de la ciudad amurallada. En el privilegio de Alfonso VI también se le concedió a la comunidad monástica un coto, un horno, un molino, los derechos de la villa de Cótar y la cercana capilla de San Juan Evangelista.
Todo ello con el objetivo de que Adelelmo y sus compañeros fundaran un monasterio y un hospital de peregrinos a la altura de la ciudad. Y a fe que lo consiguieron. De hecho, la impronta que dejó Adelelmo en la historia de Burgos fue inigualable. Prueba de ello es que aquel monje francés acabaría siendo canonizado bajo el nombre de san Lesmes y hoy es el patrón de la ciudad.