A espaldas de un Camino testimonio de la fé

HAY DATOS QUE NO SE PUEDEN cuestionar. El de que Santiago, impulsado por el Camino, es uno de los grandes referentes de la cristiandad es uno de ellos. Sirva como ejemplo que en este 2022 fueron 438,323 los peregrinos que pasaron a recoger la compostela tras haber realizado, como mínimo, cien quilómetros a pie o 200 a caballo o en bicicleta por alguna de las rutas que llegan ante la tumba del Apóstol. Señalan los conocedores del fenómeno jacobeo que hay entre el 40 y el 60% que no oficializan el trámite en la Oficina del Peregrino y que se conforma con el pasaporte en el que van sellando su transitar por esta ruta ejemplo de espiritualidad.

Juan Pablo II lanzó en aquel 1982 un mensaje al Viejo Continente para que volviera a sus orígenes, en alusión a la frase de Johann Wolfgang Goethe que “Europa se hizo peregrinando a Compostela”. Wojtyla, ya ante los jóvenes de la cumbre mundial de 1989, fue más lejos al afirmar que “Santiago no es sólo un santuario, es también un camino, es decir, una densa red de itinerarios para los peregrinos. El Camino fue durante siglos un camino de conversión y de extraordinario testimonio de la fe”. Tuvo muy claro el papa polaco desde que fue elegido que la capital de Galicia iba a ser destino obligado en su tránsito como Santo Pontífice.

Para dar una idea del impacto de nuestra ciudad conviene acudir a otro dato: en 2019, antes de la pandemia, llegaron a Santiago peregrinos de 190 de los 195 países reconocidos por la ONU. En este último año santo, a pesar de las secuelas de la covid y la guerra, volverá a acercarse. Por eso cuando Benedicto XVI vino a Galicia el 6 de noviembre de 2010 quiso sumarse a los caminantes de todo el mundo proclamando que él era “un peregrino más entre los peregrinos” consciente del impacto de Compostela entre los católicos de los cinco continentes. Además siempre se dijo que el cardenal Ratzinger, de incógnito, había hecho algunas etapas del Camino.

Cuando este sábado se celebraba el funeral en recuerdo del emérito planeaba sobre los asistentes un sentimiento doloroso: el desprecio que el papa Francisco hacia Santiago y su ruta jacobea. Se le invitó por activa y por pasiva, se le pidió, se le rogó, se le imploró que acudiera en esta doble cita del Año Santo pero hizo oídos sordos. Dio largas desoyendo los consejos de la diplomacia vaticana. Él (y Dios) sabrán las razones pero cuesta mucho entenderlas. ¿O acaso supera, una vez más, el populismo al sentido común?

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FUENTE: EL CORREO GALLEGO

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