¡Alerta Roja en el Camino! Los Pequeños «Peregrinos Extra» del Verano

¡Peregrinos del mundo, atención! Si pensabais que vuestra mochila era lo único que cargabais por el Camino de Santiago en verano, preparaos para una revelación que os hará picar… literalmente. Con la llegada del calor y el aumento del flujo de caminantes, una especie muy particular de «peregrinos extra» hace su aparición estelar: ¡los chinches!

Sí, esas criaturas diminutas, pero con un apetito voraz y una capacidad para el sigilo que haría sonrojar a un ninja. Llegan sin credencial, no sellan, no se cansan y, lo peor de todo, ¡dejan su marca sin pedir permiso! Son los verdaderos «mochileros» del Camino, expertos en autoestop de piel, pasando de un colchón a otro con la agilidad de un Bolt microscópico.

Muchos peregrinos relatan que la primera señal de su presencia no es una bienvenida, sino una serie de picotazos misteriosos que aparecen de la noche a la mañana, formando una constelación de ronchas rojas que pican más que una penitencia extra. Al principio, lo achacas a mosquitos gallegos con superpoderes, a la picadura de una ortiga mutante o a una alergia repentina al esfuerzo físico. Pero luego, la verdad se revela en el rincón oscuro del colchón, o en el resquicio de la litera, y el pánico se apodera de ti.

La lucha contra estos «compañeros de cama» se convierte en una etapa más del Camino: la «etapa del rinceo compulsivo». Verás a peregrinos bailando la danza de la lavandería, con todas sus pertenencias en la secadora a máxima temperatura, esperando que el calor aniquile al enemigo invisible. El albergue, antes remanso de paz, se transforma en un campo de batalla donde el spray anti-chinches es el arma más preciada.

Pero, ¡ánimo! Incluso esta «prueba de fe» tiene su lado humorístico. Pocas cosas unen tanto a un grupo de peregrinos como la solidaridad ante una plaga de chinches. Las miradas de complicidad, los consejos improvisados y las historias de terror post-picotazo se convierten en anécdotas inolvidables que, con el tiempo, contarás entre risas (una vez que la picazón haya desaparecido, claro).

Así que, querido peregrino de verano, si sientes un picor inusual, no te asustes. Es solo el Camino recordándote que la aventura puede ser un poco más «auténtica» de lo que esperabas. ¡Buen Camino… y que la fuerza (y el insecticida) te acompañen!


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Ernesto Diaz