Corrosco: Un Oasis Gastronómico en el Camino de Santiago de la Rúa de San Pedro

Santiago de Compostela. En el corazón del barrio de San Pedro, una de las arterias vibrantes y llenas de vida que acogen a miles de peregrinos en su llegada a la capital gallega, se esconde una joya gastronómica: Corrosco. Este pequeño y encantador local, situado en Rúa de San Pedro, 11, ha sido descubierto como un oasis de sabor y autenticidad para quienes buscan una experiencia culinaria diferente tras su jornada en el Camino.

Corrosco es el sueño hecho realidad de Pepa Fuertes Carballeira, una emprendedora que, con su sonrisa inquebrantable, atiende a cada cliente. Su visión: elevar el humilde bocadillo a una obra de arte, utilizando productos de calidad y combinaciones atrevidas. El nombre, «Corrosco», hace honor a esa parte crujiente y deliciosa del pan, un guiño a la importancia del buen producto.

Bocadillos con Alma y Carácter Propio

Olvida el clásico de jamón y queso. En Corrosco, la carta es una declaración de intenciones. Desde su aclamado bocadillo de merluza rebozada en cerveza —que se ha convertido en su seña de identidad— hasta el favorito del público, el de chipirones con fritura especial, salsa de limón sriracha y pepino encurtido, Pepa apuesta por sabores únicos que no siempre fueron fáciles de introducir. «Al principio la carta era muchísimo más rara y costó mucho venderla», admite, recordando a clientes que buscaban un simple mixto.

Para Pepa, Corrosco es un lugar para «probar cosas distintas», y su obsesión por el pan de masa madre de la Panadería Sallaz en Negreira, que no eclipsa los sabores del relleno, es un testimonio de su compromiso con la calidad.

Autenticidad y Emoción en Cada Bocado

Corrosco no solo destaca por su propuesta gastronómica, sino por la pasión y autenticidad de Pepa. Ella se esfuerza por utilizar producto local, pero sin «postureo», siendo honesta sobre la necesidad de algunos ingredientes externos.

En esta aventura de casi tres años, Pepa ha vivido momentos difíciles, como problemas para abrir el local, y grandes satisfacciones, como el orgullo de su madre por sus bocadillos.

Pero detrás de cada bocadillo, hay una historia personal y emotiva. Pepa confiesa que, si pudiera invitar a alguien, sería a su hermana Sandra, fallecida hace dos años. «Le pondría el bocadillo de chipirones, que los saqué después de que ella muriese, para ver qué le parecen. La echo muchísimo de menos», comparte con la voz quebrada. Las flores que adornan Corrosco fueron un regalo de Sandra el día de la inauguración, un símbolo de su apoyo incondicional.

Para los peregrinos que llegan a Santiago, o para los compostelanos y visitantes que buscan una experiencia culinaria con carácter, Corrosco se presenta como una parada obligatoria. Un lugar donde la pasión, la autenticidad y los bocadillos cuentan una historia inolvidable, ofreciendo un sabor único al final de un largo viaje.


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Ernesto Diaz