El caso de la capital romana y Santiago de Compostela son distintos: se veneran a santos y reliquias. El primero acoge los sepulcros de San Pedro y San Pablo y la peregrinación arranca en 1300 con la declaración del año santo romano. Por su parte, tenemos que atribuirle al monje Pelayo el descubrimiento de la tumba que contiene el cuerpo del apóstol Santiago el Mayor durante el reinado de Alfonso II de Asturias, conocido como ‘el Casto’, quien decide levantar una iglesia en ese mismo lugar. El hallazgo, datado entre los años 820 y 830 en un bosque llamado Libredón, es uno de los grandes acontecimientos históricos de la Edad Media en Europa. Desde entonces, se desata una ola de peregrinaciones católicas que tienen como objetivo alcanzar la Catedral de Santiago donde se ubica la cripta.
Todos los años la tradición congrega a unos 200.000 peregrinos, que cuenta ya con más de una decena de siglos de historia. Monarcas astures, abades y monjes franceses y alemanes fueron los primeros en llegar a Santiago a finales del siglo IX. El año compostelano se establece en 1122, una vez que la marea de peregrinos se consolida. La catedral se termina por construir casi 100 años más tarde, en 1211. Reyes, escritores y personajes ilustres se suman al incesante y extraordinario peregrinaje: Guillermo X Duque de Aquitania, Luis VII de Francia, San Francisco de Asís… La época de oro de las peregrinaciones se sitúa en estos siglos y alcanza de lleno a Europa: Francia, Italia, centro y este del continente, Inglaterra, Alemania o Islandia. Y, por supuesto, Hispania. Llegaban a pie, a caballo, en barco…
La fundación de hospitales dedicados a atender las necesidades espirituales, materiales y sanitarias del creciente número de peregrinos que se dirigían a Santiago marcó un nuevo hito. Los reyes se encargaron de levantar estos centros hospitalarios, aunando de esta manera la Corona con la virtud cristiana de la caridad y de servir a Dios. En la Edad Media, el peregrino no era uno más. Era un enviado del Cielo: había que considerarlo y tratarlo como si fuese el mismísimo Jesucristo.
Durante la guerra y la peste negra
La Guerra de los Cien Años (1337-1453) y la Peste Negra (1348) le jugaron una mala pasada. El Camino de Santiago, convertido en vehículo indispensable de la cultura europea, no era ajeno a las tensiones y vicisitudes del Viejo Continente. La crisis se acentúa en la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII) por varios motivos. La Reforma protestante y las guerras de religión en los territorios alemanes y en Francia restarán muchos peregrinos al Camino. La inquisición, en auge, supone otro escollo importante a partir del siglo XVI. Las sombras de sospecha afectan sobre todo a ciudadanos extranjeros e incluso a los peregrinos jacobeos, algunos de ellos acusados de espionaje. La llama peregrina resurge bastante más tarde, a partir del segundo descubrimiento del cuerpo de Santiago, en 1879, con la declaración papal del hallazgo de los restos apostólicos y con la celebración de un año santo extraordinario en 1885.
FUENTE: DEIA