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La Historia de la Vía de la Plata

Escrito por el 16 de noviembre de 2020

La Historia de la Vía de la Plata

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Quizás es cuestión de tiempo, pero si el software Google Earth pudiera aplicar su potente zoom, no sólo sobre cualquier país, sino también sobre cualquier momento de la historia de la via de la plata, podríamos remontarnos al año 196 a.C. y ver con claridad los límites y extensión de las provincias Citerior y Ulterior, el germen de lo que hoy es España. Hacía veinte años que los romanos habían desembarcado en la península y no sólo habían conseguido doblegar y expulsar a los cartagineses sino que se proponían ordenar un rompecabezas de más de medio millón de kilómetros cuadrados formado por tribus de astures, cántabros, celtíberos, galaicos, lusitanos, turdetanos, vacceos, vascones, vetones y un largo etcétera de pueblos aferrados a su tierra.

En definitiva, un puzzle con miles de piezas diseminadas que el ejército romano consiguió unir en el año 19 a.C. tras más de siglo y medio de sangrientas guerras.

En ese largo periodo de cambios los términos Citerior y Ulterior desaparecieron e Hispania pasó a estar dividida en las provincias Tarraconense, Bética y Lusitania. emperadorLa península ibérica estaba, por fin, sometida al poder de Roma y los tiempos de la república habían terminado a manos de Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C.), que se había proclamado emperador.

Las calzadas romanas en Hispania y su cenit constructivo en época imperial

Milenios antes de la llegada del ejército romano ya existían en la península incontables veredas, sendas o caminos trazados por los pueblos prerromanos y ligados fundamentalmente a sus labores de pastoreo y al tránsito del ganado. Es indudable también que el ejército romano aprovechó y mejoró estos toscos viales para avanzar más rápidamente en su tarea de conquista.

Sin embargo, durante la guerra era inútil embellecer demasiado los caminos debido a la escasez de tiempo y al temor de que fueran utilizados en su contra por los guerreros hispánicos.

Con el fin de la contienda y la llegada de la paz la civilización romana comenzó a manifestar en Hispania sus dotes políticas, administrativas, artísticas y constructivas.

En los primeros siglos de nuestra era, hasta la invasión de las hordas bárbaras en el 409 d.C., la fisonomía de la península cambio radicalmente y los castros celtas sucumbieron ante magníficas ciudades dotadas de foros, teatros, anfiteatros y termas.

Todo un lujo en aras de la convivencia y el disfrute del ciudadano romano. Entre ellas, además de los sólidos e imperecederos puentes marca de la casa, los ingenieros romanos construyeron una extensa red de calzadas que comunicaban Hispania de norte a sur y de este a oeste.
Los ingenieros y operarios romanos utilizaban para sus calzadas los materiales que tenían más a mano y las construían en base a la aglomeración de cuatro capas. Sobre una base de arena se asentaba el statumen, una primera capa compuesta por pequeñas piedras que se unían con cal o arcilla. Sobre ésta se echaba el rudus, una masa potente de piedras y guijarros sellados con mortero de cal. La tercera capa era el nucleus, puro hormigón de arena gruesa, y la última de todas era la capa de rodadura visible o summa cresta, formada por el típico enlosado de piedra. A este respecto, Isaac Moreno Gallo, en su estudio Vías Romanas, Ingeniería y Técnica Constructiva publicado por el Ministerio de Fomento, difiere y defiende que la capa de rodadura no era enlosada sino que sobre las losas había otra capa más fina de tierra suelta que posibilitaba que los carros pudieran avanzar a más velocidad.
Junto a las calzadas había unos indicadores de distancia llamados miliarios que se colocaban cada 1480 metros. Esta medida era la longitud de una milla romana y equivalía a mil pasos dobles romanos, teniendo en cuenta que cada paso doble medía un metro y cuarenta y ocho centímetros. Los miliarios son columnas cilíndricas de granito que llevan grabado, además del número de milla, el nombre del emperador que mandaba cuando se construían o modificaban las vías. En la Vía de la Plata todavía persisten gran cantidad de ellos y, en concreto, los números XXVIII y CXXXIV se conocen como miliario del Correo y miliario del Corral.

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