Cómo la Reina Lupa Perdió una Apuesta y Fundó el Camino de Santiago
Cuando llegamos a Padrón, muchos peregrinos nos centramos en la famosa piedra que dio nombre al pueblo. Pero hay una historia aún más épica, una que explica cómo el Apóstol terminó enterrado donde hoy se alza la Catedral. Es la leyenda de la Reina Lupa, la mujer que aprendió que la fe puede domar a cualquier bestia.
La Llegada Milagrosa y el Problema Real
Nuestra historia comienza con un acto de fe. El cuerpo martirizado de Santiago Apóstol había llegado milagrosamente a las costas de Padrón, en un barco de piedra sin velas ni remeros (el Arca Marmárica). Sus discípulos, exhaustos y desposeídos, solo tenían una misión: darle sepultura digna a su maestro.
¿Y a quién acudieron? A la figura más poderosa de la zona, la rica y temida Reina Lupa.
Lupa era pagana, escéptica y estaba harta de que le hablaran de un nuevo dios. Cuando los discípulos le pidieron una parcela de tierra para enterrar al Apóstol, ella sonrió con arrogancia. No podía negarse sin parecer cruel, así que puso una trampa.
«Os daré la tierra,» dijo con burla, «pero antes, debéis tomar los bueyes más salvajes de mis dominios. Están pastando en el Monte Ilicino. Si lográis uncir esas bestias y traer el cuerpo, el terreno será vuestro.»
Era una sentencia de muerte. Esos bueyes eran feroces y se decía que vivían junto a un nido de serpientes. Lupa esperaba que los discípulos fueran devorados y el problema, resuelto.
El Milagro de la Confianza Ciega
Los discípulos, sin ejército ni armas, solo con la terca dedicación que otorga la fe, fueron al monte. Se encontraron con las dos enormes bestias, cuyos ojos reflejaban la furia indomable. Un simple pastor no se habría acercado ni a cien metros.
Pero los discípulos no eran pastores.
Dice la leyenda que no necesitaron látigos, ni cuerdas, ni trucos. Simplemente se acercaron, trazaron la Señal de la Cruz sobre la cabeza de los bueyes y comenzaron a rezar.
El resultado fue inmediato y sobrecogedor: las fieras cayeron de rodillas, tranquilas, y se dejaron uncír al carro donde yacía el cuerpo del Apóstol.
La Conversión de la Reina y el Nacimiento de Compostela
El espectáculo que presenció la Reina Lupa fue tan demoledor para su escepticismo que no tuvo más remedio que rendirse.
Cuando vio cómo las bestias salvajes, antes temidas por toda la comarca, arrastraban dócilmente el cuerpo del Apóstol por las tierras de Ilicino, Lupa entendió la magnitud del poder que la fe representaba. Se convirtió al cristianismo en el acto y no solo entregó las tierras, sino que ayudó a que el carro continuara su camino hasta el lugar donde, años después, se descubriría el sepulcro de Santiago: Compostela.
La Huella de Lupa en tu Camino
La Reina Lupa nos recuerda que en la ruta, a veces, los mayores obstáculos no son la distancia o las ampollas, sino los «bueyes salvajes» que llevamos dentro: el cinismo, la duda, el miedo o esa burocracia imposible.
Si la fe de unos discípulos desvalidos pudo domar a unas bestias indomables, ¿qué no podrás domar tú con la fe que te ha llevado a ponerte las botas?
¿Qué «bueyes salvajes» has tenido que domar tú para poder llegar a Santiago? ¡Comparte tu historia!
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