¡Obradoiro: Donde la Dureza del Camino da Paso al Arte del Postureo!

¡Ah, la Plaza del Obradoiro! Ese santuario final, ese lienzo gigante donde los peregrinos, tras cientos de kilómetros de sudor, ampollas y batallitas con las chanclas, culminan su odisea. Uno podría pensar que, al llegar, la escena sería de éxtasis místico o profundo recogimiento. Y sí, algo de eso hay, pero sobre todo, ¡hay un despliegue de postureo peregrino digno de estudio antropológico!

Lo primero que ves no es la majestuosa fachada de la Catedral, sino un mar de mochilas desparramadas por el suelo, como si hubieran explotado en una orgía textil. Y en medio de ese caos, ellos: los flamantes Compostela en mano, con una sonrisa que mezcla la alegría del logro, el alivio de no dar un paso más y una pizca de «¡mira qué bien me veo después de 800 kilómetros!».

De repente, la plaza se convierte en un improvisado estudio fotográfico al aire libre. Hay quien posa con la Compostela como si fuera un trofeo de la Champions, quien intenta hacer el pino (con más ganas que equilibrio), y no falta el grupo que, con ese cansancio épico en la mirada, se atreve con el salto sincronizado. ¡Y cuidado con el «abrazo al Santo», que ahora es más bien una cola de hora y media para un selfie rápido y salir pitando antes de que te multen por aglomeración!

Y es que, seamos sinceros, el Obradoiro es el escenario perfecto para documentar la proeza. Después de convivir con el barro, las lloviznas y la misma camiseta técnica durante días, ¿quién no quiere inmortalizar el momento con dignidad (y un buen filtro)?

Así que, si vas al Obradoiro, no solo admires la arquitectura. Observa a los peregrinos: la mezcla de agotamiento y euforia, los abrazos a desconocidos que ahora son familia, y ese inconfundible brillo en los ojos… el brillo de quien sabe que ha hecho algo grande. ¡Y el de la pantalla del móvil, claro, buscando el ángulo perfecto para Instagram!

¡Buen selfie y mejor Camino!


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Ernesto Diaz