S.O.S. (¡Sociedad Ocupada por Santiago!): El Agobio de Vivir en Compostela en Pleno Agosto

SANTIAGO DE COMPOSTELA – Vivir en Santiago de Compostela es un privilegio. La lluvia, el olor a incienso, la gastronomía… y los peregrinos. No, no nos referimos a los cuatro o cinco que llegan en invierno, con ese aire místico. Hablamos de la horda, el batallón, el enjambre inagotable que invade la ciudad en agosto. Para un santiagués de pura cepa, esta época es como vivir en un episodio de The Walking Dead, pero con bastones y mochilas fosforescentes en lugar de zombies.

La primera señal de alerta es cuando intentas ir a por el pan. Una simple misión matutina se convierte en una odisea digna de Homero. Debes sortear grupos de 20 personas con sandalias, esquivar las conchas que cuelgan de mochilas más grandes que una persona y, si tienes suerte, no acabar con un bastonazo en la cabeza. Los vecinos más osados han empezado a desarrollar rutas alternativas por callejones poco transitados, conocidos popularmente como «las Vías Anti-Peregrino».

«No sé qué es peor», se lamenta Manolo, un camarero del casco histórico, «si el olor a calcetín húmedo o que te pidan sellar el cartón de la leche. ¡Pero si es mi turno de descanso!»

Por su parte, la Praza do Obradoiro, un lugar de recogimiento, se ha transformado en un festival fotográfico donde cada palmo de piedra es un selfie point. Las palomas, hartas de posar para los peregrinos, ya han solicitado asilo político en la catedral. Y, por si fuera poco, el famoso dicho de «siempre llueve en Compostela» ha sido desafiado este año: los turistas, en su infinita sabiduría, han logrado ahuyentar hasta a la lluvia con su alegría desbordante.

En definitiva, agosto en Santiago es un mes de contrastes: mientras unos celebran el final de su viaje, otros sueñan con el día en que la ciudad vuelva a tener más santiagueses que bastones de trekking.