Tenemos que preguntarnos qué vida queremos para el Camino
Escrito por Ernesto Diaz el 19 de septiembre de 2022
Este verano hemos vuelto al Camino, en realidad siempre estaremos volviendo al Camino, tal es su magia y embrujo, su poder de cautivarnos. Lo seguiremos haciendo mientras que el Inombrable nos guarde con salud y mueva nuestras piernas más torpes, sin embargo cada vez será preciso buscar itinerarios más olvidados. La masificación sobre todo del Camino Francés y del Norte, obligan a perderse por sendas más ignotas.
Hemos visto a lo lejos las ya familiares torres de la catedral desde todos los ángulos, entrado en la Ciudad Santa, desbordados de contenida emoción, por todas sus puertas. Desde el año 1991 que pusimos por primera vez rumbo a Santiago, mochila a la espalda, muchas cosas han cambiado en esa singular Senda. Se manifestaba entonces una autenticidad casi sin excepción en el peregrino o la peregrina con que topabas. Cada uno de esos gratos encuentros era determinante, pues tan viva era la fe, en su mayoría sin color ni etiqueta, que se percibía en la mirada de cuantos caminaban.
Nos preocupa que hoy la masificación y comercialización vayan en detrimento de la esencia centenaria. En nuestros días cuesta hallar la motivación profunda, al margen de la aventura fácil, del plan económico, de la popular mezcla de encuentro, deporte y cerveza. Nada más lejos del juicio, sólo pedimos un carril más callado. No criticamos la superficialidad en el caminar, echamos en falta la confluencia con otras soledades, el encuentro que nos conmueva, la reunión con otros silencios andantes. No cuestionamos el río de peregrinos, sólo sugerimos una oportunidad para quien quiera avanzar en un silencio inherente a la ancestral Senda. Al fin y al cabo, muchos trenes ya cuentan con sus vagones para quienes quieren viajar en silencio.
Cuando el último día de este pasado Agosto llegamos a Santiago por el camino sanabrés no reunimos paciencia suficiente para ponernos al final de una de las interminables colas que se hacen para entrar a la catedral. Nos dirigimos a una solitaria iglesia adyacente por nombre San Paio de Antealtares.
FUENTE: RELIGIÓN DIGITAL